jueves, 30 de agosto de 2012

EL JUEGO COMO INSTRUMENTO EDUCATIVO



EL JUEGO, INSTRUMENTO EDUCATIVO





No hace falta retrotraerse excesivamente en la historia para comprobar como el juego fue denostado o cuando menos banalizado por quienes entendían que como mínimo era una pérdida de tiempo y que estaba en contraposición con todo lo que fuera estudio, trabajo o preparación.

Históricamente el juego ha ocupado uno de los últimos puestos en el Rankin de las prioridades de los grupos sociales. El fenómeno lúdico era lo contrario al rendimiento, a la producción y al enriquecimiento.

La etimología de la palabra jugar nos retrotrae al concepto latino de “iocari”, que está en íntima conexión con el concepto que encontramos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua de “hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse”.
Espaldarazo de la educación física.

A la educación física le cabe el honor de haber sido la pionera en reconocer el valor educativo y beneficioso del juego.

El juego es ante todo actividad. Se trata de un fenómeno social, a pesar de que existe la posibilidad de jugar en solitario o con un rival o compañero virtual. El juego es, sobre todo y ante todo, comunicación entre las partes.

A través del juego nos ponemos en el mejor de los caminos para intercambiar
Conocimientos, cultura, experiencias y vivencias. Se trata de un espacio y un tiempo adecuados para propiciar la relación entre los participantes. Una playa, un jardín, una piscina, un parque, se convierten en un escenario de encuentro en el que los niños/niñas son capaces

De entregarse al juego, sin mirar sus antecedentes familiares o el estatus social o profesional de sus familias o de sus padres.
Hay que dejar constancia de que existen diferencias entre el juego que se realiza en el parque, en la playa o en el patio del colegio y el juego que puede llevarse a cabo en la clase tradicional de un centro de enseñanza.

Lógicamente el juego del patio del colegio es mucho más espontáneo y autónomo que el juego del aula, que tiene un carácter más pedagógico, al estar programado y dirigido por un profesor que previamente se ha planteado unos objetivos docentes.
Niños jugando en el parque “La Aldehuela” de Salamanca
El juego tradicional.

Existe en la actualidad una corriente favorable a la recuperación o mantenimiento de una serie de juegos que con cierta ligereza se denominan autóctonos, populares, rurales,
Vernáculos o tradicionales.

A nosotros personalmente, y sin detenernos a profundizar más en las diferencias de estos conceptos, nos gusta la acepción de tradicionales, por entender que las demás no recogen con exactitud la correcta interpretación del concepto. Si entendemos los juegos tradicionales como aquellos que se han trasmitido de generación en generación, y la mayor parte de las veces de forma oral, nos encontramos ante una actividad lúdica y un fenómeno cultural lleno de frescura y de vida. Serían en realidad

Ejemplos de espontaneidad y creatividad, por su capacidad de adaptación a las circunstancias de cada pueblo, de cada cultura, de cada ambiente. De ahí su espléndido valor como modelo de estudio antropológico y cultural.

No podemos olvidar tampoco la trascendencia de los juegos tradicionales como
Vehículo de comunicación intergeneracional (abuelos-padres-hijos).
Los abuelos y los padres, casi siempre, se encuentran ávidos de contar sus vivencias y recuerdos a sus hijos y a sus nietos. Éstos como mínimo siente curiosidad por conocer la forma de divertirse de sus progenitores. Todo ello provoca una comunicación de experiencias y recuerdos de gran valor cultural.

La modernidad, el urbanismo, la falta de espacios libres en las ciudades ha ido en contra del mantenimiento y continuidad de los juegos tradicionales. La carencia de profesionales, de profesores, de monitores de estas modalidades es también un inconveniente para la vida y desarrollo de los juegos tradicionales. Sería necesario un esfuerzo para mantenerlos como parte de la historia, de la cultura y del patrimonio de una sociedad que no puede renunciar a su pasado.

Pero no sólo es posible desarrollar la educación física a través del juego y a través del juego tradicional. La actividad lúdica tiene cabida en los procesos formativos de todas las disciplinas.

El juego tiene a su favor como vehículo formativo la especial predisposición con la que los alumnos aceptan su funcionamiento. El desenfado, espontaneidad y alegría, que conlleva la actividad lúdica, propician que los jóvenes escolares acepten con especial predisposición cualquier propuesta formativa que utilice como medio material el juego.

Es cierto que en muchos casos obligaría a un replanteamiento del formato de las actividades educacionales, pero no es menos cierto que el esfuerzo puede merecer la pena, y las experiencias que hemos conocido, de quienes han tratado de utilizar el juego como un medio más para el desarrollo de las matemáticas, el lenguaje, la historia, la geografía, etc., han sido realmente positivos, tanto por sus resultados materiales como por el ambiente que se ha generado en el grupo de trabajo.


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