EL
JUEGO, INSTRUMENTO EDUCATIVO
No hace falta retrotraerse
excesivamente en la historia para comprobar como el juego fue denostado o
cuando menos banalizado por quienes entendían que como mínimo era una pérdida
de tiempo y que estaba en contraposición con todo lo que fuera estudio, trabajo
o preparación.
Históricamente el juego ha
ocupado uno de los últimos puestos en el Rankin de las prioridades de los
grupos sociales. El fenómeno lúdico era lo contrario al rendimiento, a la producción
y al enriquecimiento.
La etimología de la palabra jugar
nos retrotrae al concepto latino de “iocari”, que está en íntima conexión con
el concepto que encontramos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua
de “hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse”.
Espaldarazo de la educación
física.
A la educación física le cabe el
honor de haber sido la pionera en reconocer el valor educativo y beneficioso
del juego.
El juego es ante todo actividad.
Se trata de un fenómeno social, a pesar de que existe la posibilidad de jugar
en solitario o con un rival o compañero virtual. El juego es, sobre todo y ante
todo, comunicación entre las partes.
A través del juego nos ponemos en
el mejor de los caminos para intercambiar
Conocimientos, cultura,
experiencias y vivencias. Se trata de un espacio y un tiempo adecuados para
propiciar la relación entre los participantes. Una playa, un jardín, una piscina,
un parque, se convierten en un escenario de encuentro en el que los niños/niñas
son capaces
De entregarse al juego, sin mirar
sus antecedentes familiares o el estatus social o profesional de sus familias o
de sus padres.
Hay que dejar constancia de que
existen diferencias entre el juego que se realiza en el parque, en la playa o
en el patio del colegio y el juego que puede llevarse a cabo en la clase tradicional
de un centro de enseñanza.
Lógicamente el juego del patio
del colegio es mucho más espontáneo y autónomo que el juego del aula, que tiene
un carácter más pedagógico, al estar programado y dirigido por un profesor que
previamente se ha planteado unos objetivos docentes.
Niños jugando en el parque “La
Aldehuela” de Salamanca
El juego tradicional.
Existe en la actualidad una
corriente favorable a la recuperación o mantenimiento de una serie de juegos
que con cierta ligereza se denominan autóctonos, populares, rurales,
Vernáculos o tradicionales.
A nosotros personalmente, y sin
detenernos a profundizar más en las diferencias de estos conceptos, nos gusta
la acepción de tradicionales, por entender que las demás no recogen con
exactitud la correcta interpretación del concepto. Si entendemos los juegos
tradicionales como aquellos que se han trasmitido de generación en generación,
y la mayor parte de las veces de forma oral, nos encontramos ante una actividad
lúdica y un fenómeno cultural lleno de frescura y de vida. Serían en realidad
Ejemplos de espontaneidad y
creatividad, por su capacidad de adaptación a las circunstancias de cada
pueblo, de cada cultura, de cada ambiente. De ahí su espléndido valor como
modelo de estudio antropológico y cultural.
No podemos olvidar tampoco la
trascendencia de los juegos tradicionales como
Vehículo de comunicación
intergeneracional (abuelos-padres-hijos).
Los abuelos y los padres, casi
siempre, se encuentran ávidos de contar sus vivencias y recuerdos a sus hijos y
a sus nietos. Éstos como mínimo siente curiosidad por conocer la forma de
divertirse de sus progenitores. Todo ello provoca una comunicación de
experiencias y recuerdos de gran valor cultural.
La modernidad, el urbanismo, la
falta de espacios libres en las ciudades ha ido en contra del mantenimiento y
continuidad de los juegos tradicionales. La carencia de profesionales, de
profesores, de monitores de estas modalidades es también un inconveniente para
la vida y desarrollo de los juegos tradicionales. Sería necesario un esfuerzo
para mantenerlos como parte de la historia, de la cultura y del patrimonio de
una sociedad que no puede renunciar a su pasado.
Pero no sólo es posible
desarrollar la educación física a través del juego y a través del juego
tradicional. La actividad lúdica tiene cabida en los procesos formativos de
todas las disciplinas.
El juego tiene a su favor como
vehículo formativo la especial predisposición con la que los alumnos aceptan su
funcionamiento. El desenfado, espontaneidad y alegría, que conlleva la
actividad lúdica, propician que los jóvenes escolares acepten con especial predisposición
cualquier propuesta formativa que utilice como medio material el juego.
Es cierto que en muchos casos
obligaría a un replanteamiento del formato de las actividades educacionales,
pero no es menos cierto que el esfuerzo puede merecer la pena, y las
experiencias que hemos conocido, de quienes han tratado de utilizar el juego
como un medio más para el desarrollo de las matemáticas, el lenguaje, la historia,
la geografía, etc., han sido realmente positivos, tanto por sus resultados
materiales como por el ambiente que se ha generado en el grupo de trabajo.
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